sábado, 27 de agosto de 2011

Lágrimas

Figurarse que se es feliz sólo porque el tiempo permitió simular el llanto externo, es como creer que la luna camina cuando frente a ella una nube se desliza.

Sí, el llanto externo, el que todos pueden ver, escuchar y palpar. Es ese llanto que se avergüenza cuando otro ser nota su presencia, que viaja a través de la mejilla desgarrando cada poro del rostro, mostrándose ante los demás como una lluvia torrencial, ese que tanto escándalo hace y que aún así no puede compararse con el que va por dentro, que te corta el oxígeno y acelera el ritmo sanguíneo, sintiendo cada latido como un punzante y ensordecedor latigazo del corazón, el que transporta al cerebro hacia esos momentos vividos que al recordar te hacen llorar.

Lágrimas internas que nadie ve, que nadie oye, que nadie siente, que no encuentran consuelo con palabras, que cobran vida propia y ciegan cualquier intento de claridad que se quiera aproximar; protagonistas de un inmenso dolor clandestino, maestras de lo indebido, consecuencias de lo prohibido, lágrimas que ahogan, que matan, que duelen, que enloquecen, que dan sensación de fracaso, de tristeza, de soledad.

Como pesan estas lágrimas que nadie puede notar… y que sin protestar, a cuestas hay que llevar.

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