martes, 25 de septiembre de 2012

El mejor regalo

Eran tus ojos negros de luna llena, tus brazos largos y blancos, tu risa desnuda y serena. Era tu voz baja y ronca, alta y gruesa. Fueron tus manos tiernas, ternura fresca, mi paz eterna. Era tu cuerpo tosco, grande y frío, como glaciar en invierno, como témpano bajo cero. Era tu caracter terco, tierno y dominante, como tigre protegiendo su reino, como ave protegiendo sus crías, como padre protegiendo su niña. Era el destello de tu paso que invadía mi espacio. Era tu personalidad tan estricta, tu alma tan sencilla y tu amor tan noble, que sembró en mi pasado huellas que jamás se borraron.


Todo tu resplandor en plena conexión con mis sentidos, como la fracción que resta a un alma vagando sin destino, como la luna al río, como el sol al trigo. Llamando la atención de todo tu entorno, dejando huellas imborrables en mundos inimaginables, que no supones, que desconoces. Caminando rápidamente estas andando, vas subiendo y vas llegando al lugar donde partiste hace tantos años, desconociendo el cambio que ha tu paso vas dejando.


20 años más tarde y sin imaginarlo, las circunstancias me permiten desearte el mejor cumpleaños. Y aunque este no sea el mejor regalo, para mí es lo que toda la vida he estado esperando; la certeza de que conozcas aunque sea por un instante, el sentimiento que llevo conmigo año tras año.

"Soy vecino de este mundo por un rato y hoy coincide que también tu estás aquí, coincidencias tan extrañas de la vida, tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio y coincidir". 

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